Hígado graso: ¿Qué es?

Qué es tener hígado graso

El hígado graso es la acumulación de grasa en el hígado, evidenciado por presencia de esteatosis hepática en imágenes o histología, sin daño en las células de este órgano (1). Otras condiciones del hígado graso, son que la grasa hepática tiene que constituir ≥ 5% del peso del hígado y que la causa de la acumulación de grasa no sea secundaria a otra causa como el consumo de alcohol en exceso. El hígado graso es la manifestación hepática del síndrome metabólico, es por esto, que esta condición se relaciona con otros riesgos metabólicos como obesidad, diabetes mellitus tipo 2 y dislipidemias (elevación de grasa en sangre) (2,3).

Situación a nivel mundial

La enfermedad del hígado graso, afecta al 15 – 35% de la población mundial aproximadamente (2,3). La mayor prevalencia de la enfermedad, se encuentra en pacientes adultos con obesidad. Sin embargo, también puede estar presente en otras poblaciones, como infantes con madres que tuvieron diabetes gestacional o niños con obesidad (4). Actualmente, la prevalencia de la enfermedad está creciendo rápidamente alrededor del mundo, por ejemplo, la prevalencia en Europa es alrededor de 23%, mientras que, en América del Norte y en Europa, es la enfermedad hepática crónica con mayor prevalencia.

Ya que la prevalencia de esta enfermedad se encuentra en aumento, la investigación hacia esta, también. Por lo tanto, en la actualidad se conoce algunos factores de riesgo asociados con el hígado graso, entre los que se encuentran: el sexo masculino, la obesidad, diabetes, e hipertensión (1, 5, 6).

Causas del hígado graso

Causas del hígado graso
Fuente: Freepik

El hígado graso es causado por exceso de carbohidratos y lípidos en la dieta, con disminución en el gasto calórico, es decir, se consume más calorías de las requeridas, y no hay un gasto de estas por medio de la actividad física.  Por otro lado, la dieta occidental, la cual es alta en grasas saturadas, carbohidratos refinados, bebidas altas en azúcar y alta ingesta en fructosa, también se ha visto asociada a esta enfermedad (2).

Además, se ha visto una correlación proporcional entre el hígado graso y el exceso de consumo de alimentos altos en fructosa, un tipo de carbohidrato, presente naturalmente en las frutas, así como también, en el azúcar de mesa, endulzantes, y productos procesados. Entre los alimentos con alto contenido de fructosa, se encuentran: el jarabe de maíz alto en fructosa, los edulcorantes artificiales, bebidas azucaradas, y la miel (4).

Pero, ¿Cómo llega a convertirse la fructosa o el azúcar en grasa en el hígado?. Pues bien, el exceso de azúcar (un tipo de carbohidrato) en la dieta, causa hiperglicemia (elevación de la glucosa en sangre) y resistencia a la insulina, lo que provoca, que le hígado tenga una sobrecarga de glucosa y, esta, se convierte en ácidos grasos libres, que causan un aumento del almacenamiento de grasa en el hígado (3).

Consecuencias del hígado graso

Consecuencias del hígado graso
Fuente: Freepik

Es importante que la enfermedad de hígado graso, sea tratada a tiempo, ya que si no se realizan cambios de estilo de vida (alimentación saludable, realizar actividad física), en el periodo de tiempo adecuado, se puede incrementar el riesgo de progresión de la enfermedad. Por lo tanto, el hígado graso puede progresar a fibrosis hepática, cirrosis o cáncer. Además, los pacientes con hígado graso tienen más riesgo a desarrollar enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades metabólicas no transmisibles. (2, 7) Es importante mencionar también, que la mayor causa de muerte en estos pacientes es por enfermedad cardiovascular, más no por fibrosis (5).

Tratamiento nutricional para el hígado graso

alimentación saludable para el hígado graso

La restricción de grasa y carbohidratos ayuda el estado de la enfermedad del paciente, sin embargo, es mucho más importante, la calidad de carbohidratos y grasa consumida que la cantidad en sí. En primer lugar, se recomienda evitar el consumo excesivo de alimentos con fructosa y otros azúcares u endulzantes, como las bebidas gaseosas,  jugos de lata, dulces y bollería.

En segundo lugar, en relación a las grasas, se recomienda evitar aquellos productos que contienen grasa trans o grasa saturada; como las carnes rojas, embutidos, productos fritos, comida rápida y productos ultra procesados en general.

Por otro lado, se recomienda el consumo de alimentos integrales (altos en fibra), como legumbres, cereales, integrales, frutas, verduras, nueces y semillas, ya que estos,  ayudan a disminuir los niveles de glucosa en sangre. Asimismo, se recomienda seguir un patrón de alimentación como el de la dieta mediterránea, en donde se promueve una dieta a base de plantas, con un alto contenido de vegetales, frutas, alimentos integrales y legumbres; y limitando el consumo de azúcares y carbohidratos refinados. Mientras que como fuente de grasa, se promueve el consumo de aceite de oliva, y pescados grasos y semillas, con alto contenido de omega 3.

Otras recomendaciones

Aunque el alcohol no sea la causa de esta enfermedad, puede contribuir al desarrollo y progresión del hígado graso, por lo que es importante, tomar alcohol con moderación. Además, no se recomienda la eliminación de ningún macronutriente (proteínas, carbohidratos, y grasa), ya que el tratamiento se debe basar en modificar la calidad de estos, como por ejemplo, el preferir fuentes de carbohidratos integrales (legumbres, cereales integrales), en vez de carbohidratos refinados (panes blancos, bollería) (1, 3).

Si los cambios de estilo de vida, no producen mejoría en el paciente, existe una alternativa de tratamiento farmacológico, así como, el consumo de vitamina E, la cual tiene un poder antioxidante (8).

Por otro lado, es importante saber que el grado de reducción de grasa en el hígado, es proporcional a la pérdida de peso. Por lo tanto, se recomienda generalmente una pérdida de peso del 7 a 10%, por medio de cambios en el estilo de vida (alimentación saludable y actividad física). Teniendo como tratamiento, una dieta hipocalórica, con un déficit de al menos 500 calorías, en caso el paciente tenga sobrepeso y obesidad, buscando así, una pérdida de grasa corporal.

Actividad Física

Tratamiento para el hígado graso
Fuente: Freepik

La recomendación de actividad física, incluye ejercicio de intensidad moderada, entre 150 a 200 minutos a la semana, durante un año (2, 3). Esta consiste, en realizar 150 minutos de actividad cardiovascular, en donde sube la actividad cardiaca al 50 – 60%, alternando con 2 sesiones a la semana, de ejercicio de fuerza muscular. El ejercicio cardiovascular se puede dividir en 5 sesiones a la semana de 30 minutos cada una. Entre la actividad física de intensidad media, se incluyen el salir a caminar, montar bicicleta, nadar, correr, aeróbicos, saltar cuerda, bailar o jugar algún deporte como baloncesto o voleibol.

También se puede realizar actividad física de intensidad alta, o trazar una meta, como caminar más de 10,000 pasos diarios. Como se mencionó anteriormente, una de las causas de la enfermedad es la resistencia a la insulina, y, al hacer ejercicio aeróbico, aumenta la sensibilidad a la insulina en los músculos, lo que revierte la resistencia a la insulina (9, 10).

 

En conclusión, el hígado graso no alcohólico es una enfermedad reversible, siempre y cuando se realicen cambios en el estilo de vida. Estos cambios consisten en, elegir una mejor calidad de los alimentos que consumimos, llevar una alimentación saludable, basada en alimentos integrales y naturales, así como, realizar ejercicio cardiovascular y de fuerza, a una intensidad moderada, todos los días.

 

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Paulina Monge

Estudiante de último año de Nutrición Clínica 

 

Referencias bibliográficas:

  1. Enjoji M, Yasutake K, Ohe K, Imai K, Murata Y. Nutritional dietary approach for NAFLD: Carbohydrate restriction or fat restriction. Journal of Gastroenterology, Pancreatology & Liver 2018;6(3):1–7.
  2. Miller Nutrition management strategies for nonalcoholic fatty liver disease: Treatment and prevention. Clinical Liver Disease. 2020;15(4):144–8.
  3. Chalasani N, Younossi Z, Lavine JE, Diehl AM, Brunt EM, Cusi K, et al. The diagnosis and management of non-alcoholic fatty liver disease: Practice guideline by the American Gastroenterological Association, American Association for the study of Liver Diseases, and American College of Gastroenterology. 2012;142(7):1592–609.
  4. Jensen T, Abdelmalek MF, Sullivan S, Nadeau KJ, Green M, Roncal C, et al. Fructose and sugar: A major mediator of non-alcoholic fatty liver disease. Journal of Hepatology. 2018;68(5):1063–75.
  5. Maurice J, Manousou Non-alcoholic fatty liver disease. Clinical Medicine. 2018;18(3):245–50.
  6. Chen Y-Y, Yeh Non-alcoholic fatty liver disease: A review with clinical and pathological correlation. Journal of the Formosan Medical Association. 2021;120(1):68–77.
  7. Allen AM, Hicks SB, Mara KC, Larson JJ, Therneau TM. The risk of incident extrahepatic cancers is higher in non-alcoholic fatty liver disease than obesity – a longitudinal cohort Journal of Hepatology. 2019;71(6):1229–36.
  8. Pouwels S, Sakran N, Graham Y, Leal A, Pintar T, Yang W, et Non-alcoholic fatty liver disease (NAFLD): A review of pathophysiology, clinical management and effects of weight loss. BMC Endocrine Disorders. 2022;22(1).
  9. Bone Mand JT. What does moderate exercise mean, anyway? [Internet]. Cleveland Cleveland Clinic; 2020 [cited 2022May2].
  10. Dyson JK, Anstee QM, McPherson S. Republished: Non-alcoholic Fatty Liver Disease: A practical approach to Postgraduate Medical Journal. 2015;91(1072):92–101.